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| Una mirada a la
tradición taurina de la comarca desde la pluma afilada de Beatriz Montejo, del
portal 'Pureza y Emoción'
Salamanca sobrevive
de la renta taurina de dehesa, tradición y cuernocracia, pero explota poco la
afición de a pie. Esa de tantos pueblos del corazón del campo charro, de las
comarcas de Vitigudino o Ledesma, de la socampana de Ciudad Rodrigo, Alba de
Tormes, Peñaranda o Macotera, de Las Arribes del Duero o de la Sierra de
Francia, donde la fiesta gira en torno al toro y cada toro es una fiesta que se
vive en la calle y en la era, en encierros a caballo y a pie, en desencierros,
capeas y toros de cajón.

En tierras de Castilla, el pistoletazo de salida a la temporada suena cada año en Valero de la Sierra cuando aún sobrevivimos al brindis, resaca, pandereta y polvorón sin tregua. Mientras, en el sosiego helado del campo a la par estojan los días y los becerros, y lo provisional se convierte en definitivo, lo pueril en adulto, porque todavía por ahora se cambian los crotales por el pellejo grabado a fuego con marcas y guarismos, en la anatomía derecha del costillar, la paletilla y la solana.
Si en el 2009 fue su hermano Francisco, será Cayetano quien el próximo 29 de enero haga el paseíllo en esta plaza tempranera con reses del mismo hierro (Hermanos García Jiménez). Y la dinastía de los Ordoñez-Rivera por estas tierras rescata del recuerdo a dos personalidades salmantinas. LEER ARTÍCULO COMPLETO
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