ENTRESIERRASrd | Una
mirada a un arquetipo de las fiestas salmantinas: la almendra garrapiñada
Las fiestas salmantinas, "las de toda la
vida", guardan un poso de costumbrismo que impregna cada instante de
quienes se acercan a vivirlas de cerca. El turista, o el foráneo, las suele
mirar con esa mezcla de sorpresa y profundidad, como quien mira un cuadro del
más elevado de los pintores; el charro, el de la "tierra", también
guarda esa solemnidad en la memoria aunque, ya en el subconsciente colectivo,
se han ido guardando ciertos arquetipos que revuelven los recuerdos en cuanto
asoman por la esquina.
El sonido del tamborilero o el de las campanas
llamando a fiesta, el color de los trajes tradicionales o también, por qué no,
ese inolvidable olor a vaca y cuero, cuando la fiesta se vuelve taurina.
Pero si hay un recuerdo que ya es fuego y
memoria, ese el de las almendras.
El de las garrapiñadas, claro.
El almendrero iba montando el horno y la olla
para el "garrapiño" mientras la Plaza se iba llenando de ese profundo
olor a fiesta.
Teresa y Adrián, "bizcocheros'" de Los Santos |
Las almendras garrapiñadas eran una parte bien
importante de las fiestas y romerías. "El de las almendras",
recaudador de pagas y aguinaldos, con ese cucurucho color salmón en el que iban
cayendo los frutos y su caramelo. Sabor a fiesta, por el que no importa guardar
colas y minutadas. También las hay en bolsas, transparentes, donde las almendras,
puesto en mancomunidad, se han arrimado para hacer piña a tal punto que nunca
podrás comer una sola, ya que siempre trae regalo en el costado.
Las almendras es regalo de fiesta. También. Se
llevan al enfermo o a la abuela que ya no sale de casa. Se llevan al niño
castigado, para cuando levante la guardia. O al emigrante, que allende las
ciudades, lejos de los arquetipos, añora el garrapiño.
En otros tiempos, ya lejanos, los almendreros
eran famosos y tenían colección de seguidores. Teresa y Adrián, los bizcocheros
de Los Santos (porque se dedicaban al bizcocho y su también deliciosa
artesanía), que llenaban de dulce fiestas y bodas. O Teresa y Juan, de El
Tejado, que con su pequeño escabel de madera y su balanza llevaban sus tesoros
garrapiñados por los pueblos de la comarca.
"Como no todo era un juego, las mujeres de
los vendedores posaban firmes detrás de su pequeño puesto; el hombre se
dedicaba a vender cartones para jugar a las almendras"
Los cartones, de a peseta o de a duro, depende
los tiempos, debían coincidir con la carta de la baraja que el vendedor sacaba.
"Si coincidía te había tocado las almendras
a las cartas"
Hoy se juega al póker online. Tampoco es mala
opción. Suponemos. Pero siempre le faltará el dulce olor del premio
garrapiñado.
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