viernes, 24 de marzo de 2017

El primer mazo contra el muro

ENTRESIERRASrd | Una mirada a las tardes al calor de la radio, ingenio que cambió la vida de las comarcas rurales
La radio tenía su patio de butacas. Puesta en el aparador, o sobre la mesa-camilla, al calor del brasero, seguramente la radio era el objeto más caro (que no más valioso) de toda la casa. A su alrededor, como un imán (sirva todas las acepciones del término), se pegaban las orejas a escuchar los partes, los seriales o los partidos de fútbol.

La radio era la televisión de antaño. La forma de conectar con el mundo más allá de ese muro invisible que siempre separó y aisló estas comarcas rurales. La radio no necesitaba de caminos, o de asfaltos. Llegaba allá donde el pecunio alcanzaba. Y no alcanzaba. Por eso era un lujo que no todas las familias se podían permitir.
En cada pueblo, en cada barrio de cada pueblo más grande, había alguien que podía presumir de una radio Iberia, cuya panza de parrilla sacaba sonidos enlatados y a la que el dial siempre jugaba a saltar la ruleta. Se buscaba la emisora, entre ese sonido que nunca se olvida, sssshhhhh, impacientes, maravillados por el ingenio, sssssshhhh… "Por qué la moviste, ayer se escuchaba perfectamente".
Los vecinos acudían a la radio como se va a la feria. En fiestas de guardar. A veces a entrada cobrada de a peseta la función. En los días fríos de invierno, donde no había otro entretenimiento, se iba a casa del vecino a escuchar la radio. A saber de las andanzas de aquella Elena Francis, o escuchar "el parte" para saber qué estaba ocurriendo más allá del muro invisible, en esa España que miraba todo tecnicismo con recelo.
Hasta los toros se escuchaban, que seguramente no haya más "sinsentido" que escuchar la narración de una corrida de toros. Se ponía en marcha entonces la imaginación, y se escuchaban esos olés de lata y un silencio sepulcral cuando se anunciaba el toque del cuerno en la carne.
El locutor, de los toros, del parte o de la radio-fórmula, era una especie de ente sobrenatural y legendario que tenía el don, y el poder, de traer tanto los aplausos a Julio Robles, los goles de Amancio o las voces del carro de Manolo Escobar, el minero de Antonio Molina o la Salamanca de Farina.
Una vez acabada la función, la radio se tapaba con un paño; de ganchillo, claro, y es esta imagen la que ha perdurado hasta nuestros días, puesta sobre el aparador, viendo pasar el tiempo, en su caso coronada con la muñeca vestida de faralaes y el torero.
El primer mazo que golpeó con fuerza para romper el muro del aislamiento.

ssssshhhhhh

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