ENTRESIERRASrd | Una
mirada a otro de los personajes históricos nacidos en nuestra comarca: José
Gómez Tejedor, fundador de café La Estrella
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Corría el año 1907 y el marketing no es que estuviese en pañales, es que
simplemente no estaba. Sin embargo, el empresario salmantino-extremeño José Gómez Tejedor,
fundador de la mítica tostadora y distribuidora de café La Estrella iba a
saltarse de golpe y porrazo varias décadas de evolución publicitaria para
pergeñar un revolucionario invento: el “billete-anuncio”. Y esto, para vender
café torrefacto con la complicidad del mismísimo Banco de España.

De servir café, Gómez Tejedor decidió lanzarse a
producirlo, por lo que tuvo que buscar buen material. ¿Dónde? Al otro lado del
mar. Sus ojos acabaron refulgiendo con el verde del café mexicano tras la
fatigosa travesía del Atlántico. En el país azteca observó fascinado que los
mineros (que tenían que llevarse consigo
las preciadas semillas al trabajo y volver a por más al cabo los meses)
tostaban el café con azúcar, con lo que se formaba una fina película encima de
cada grano. El efecto de esta evitaba que se pusiese rancio.
Habemus torrefacto
Como explica la Wikipedia, al aplicar esta
técnica al café a su vuelta a España, Gómez Tejedor había dado a luz al café
torrefacto, del que obtuvo en 1901 una “Patente de Invención” durante un
periodo de 20 años.
“Para ello modificó los bombos de tostación de
la época para poder añadir el azúcar al final del proceso y sobre todo diseñó
una batea especial donde enfriar el café torrefactado con azúcar. Esta técnica
supuso un gran avance pues permitía conservar el café en buenas condiciones
durante varios meses (de 4 a 6) y por lo tanto que se extendiese la venta del
mismo más allá del centro de producción, ya que las técnicas de envasado de la
época eran muy rudimentarias.”
¡Era hora de ganar pasta!
Publicidad a cascoporro
Gómez-Tejedor tenía frente a él la ardua tarea de
vender todos los sacos de café “La Estrella” que se le iban amontonando en el
almacén. Debió devanarse los sesos. Por un lado decidió imprimir unas postales
que hoy son objeto de devoción en distintas webs dedicadas coleccionismo. ¿Pero
unas simples postalitas? Nein. Y de ahí, directo al merchandising a destajo:
llaveros, cuadernos de baile, barajas de cartas, cajas metálicas para guardar
el café, maletines, espejos, navajas, relojes…¡Todo valía como soporte
publicitario!
No totalmente satisfecho con su ofensiva de
objetos-anuncio, al extremeño se le ocurrió la idea el “billete anuncio”. Como
cuenta el Centro de Documentación Publicitaria, el magnate del café consiguió
en 1907 la bendición del (nada menos) Banco de España para imprimir copias de
billetes de pesetas en las que se recomendaba su torrefacto. Por primera vez,
cuando un visitante de la Gran Vía veía un flyer publicitario tirado en el
suelo, se lo guardaba ansiosamente con miedo de perderlo. Luego en casa, más tranquilo,
el ufano ciudadano comprobaría con pesar que su hallazgo no le valía ni para
tomarse un café. A su bisnieto sí.
El café de los muy monárquicos
Gómez-Tejedor, como la chica de la canción de La
Unión, siempre quería más, así que un par de décadas después, en los años 30,
sus buenas artes le valieron que Cafés La Estrella fuese nombrada proveedora
oficial de la Casa Real Española. Sí, cuando los magnatarios y embajadores
extranjeros eran recibidos por Alfonso XIII, eran agasajados con café
torrefacto.
¿Y qué pasó con Gómez-Tejedor?
En 1932, José Abelardo Gómez-Tejedor, aquel
huérfano de padre y madre que de niño llevaba el ganado desde Badajoz por Cañada
Real Soriana Occidental hasta Cameros en la Rioja, fallecía de un ataque al
corazón. Dejaba un imperio cafetero que se encuentra, desde 1987, en manos de
la multinacional suiza Nestlé.
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