martes, 30 de octubre de 2018

Andando gana

ENTRESIERRASrd | Una mirada a otro de los oficios perdidos en la comarca: la del molinero
Dice el dicho que el molino andando gana. Y cierto era. Y sigue siendo, aunque lejos de tradicionales manufacturas, llegue a espuertas de la industrialización.
Después del duro verano, cuando el cereal ya estaba a buen recaudo de miradas vecinales y lejos de los ratones, va sonando por las calles otra canción que nunca se olvida: la de las herraduras del burro, o de la mula, que llevan a lomos el fruto del trabajo donde el molino y su molinero, que serán quienes se encarguen de traer la magia de convertir la tierra en harina para el año.

El molino andando gana. Y tiene gasolina en las aguas del otoño que bajan turbulentas por regatos y arroyuelas, tomando fuerza para mover el cangilón que lleva la penitencia más pesada de todas, la de hacer girar, melódicamente, la piedra del molino.
Los vecinos del pueblo llevan al molino el grano recogido y las algarrobas para los bueyes (ya que tienen más fuerza); el trigo más granado y mejor se muele para hacer el pan, porque ya se sabe que el pan de trigo es fiesta de domingo, y en menor, de salvados o centeno o garbanzo, que deja un regusto a piedra que, aunque alimenta, menos degusta.
El molinero, los molineros cientos que había en estas tierras encorvados a la vera de los ríos, se pasaban los días, y sus noches de otoño, cambiando los costales, echando grano a la piedra, recogiendo la harina cuando se hace el milagro. Horas y horas, al tran tran del viejo artefacto, entre el polvo blanco, pensando seguramente la siguiente picaresca. Porque también advierte el refrán aquello de que “río, señor, horno, mulo y molino, no los tengas por vecinos”.
Porque también cobró fama de picaresca el oficio, y muchos saben, o ya acusan, que del molino nunca se traía todo lo que se llevaba. Y se daba por bueno, porque el molinero, con sus prebendas, no podía perder.
Gasta la molinera lindos pendientes, de la harina que roba a sus clientes, dice el cantar, y no le faltará razón, pero aquí obviaremos esas restas y sencillamente rendiremos pleitesía a quien puso pan en la boca del hambriento.
Una matanza y un molino daban forma a la vida comestible de estas tierras.

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