ENTRESIERRASrd | Una mirada a otro de los oficios perdidos
en la comarca: la del molinero
Dice el dicho que el
molino andando gana. Y cierto era. Y sigue siendo, aunque lejos de tradicionales
manufacturas, llegue a espuertas de la industrialización.
Después del duro verano,
cuando el cereal ya estaba a buen recaudo de miradas vecinales y lejos de los
ratones, va sonando por las calles otra canción que nunca se olvida: la de las
herraduras del burro, o de la mula, que llevan a lomos el fruto del trabajo
donde el molino y su molinero, que serán quienes se encarguen de traer la magia
de convertir la tierra en harina para el año.
El molino andando gana.
Y tiene gasolina en las aguas del otoño que bajan turbulentas por regatos y
arroyuelas, tomando fuerza para mover el cangilón que lleva la penitencia más pesada de todas, la de hacer girar, melódicamente, la piedra del molino.
Los vecinos del pueblo
llevan al molino el grano recogido y las algarrobas para los bueyes (ya que
tienen más fuerza); el trigo más granado y mejor se muele para hacer el pan,
porque ya se sabe que el pan de trigo es fiesta de domingo, y en menor, de
salvados o centeno o garbanzo, que deja un regusto a piedra que, aunque
alimenta, menos degusta.
El molinero, los
molineros cientos que había en estas tierras encorvados a la vera de los ríos,
se pasaban los días, y sus noches de otoño, cambiando los costales, echando
grano a la piedra, recogiendo la harina cuando se hace el milagro. Horas y
horas, al tran tran del viejo artefacto, entre el polvo blanco, pensando
seguramente la siguiente picaresca. Porque también advierte el refrán aquello
de que “río, señor, horno, mulo y molino, no los tengas por vecinos”.
Porque también cobró
fama de picaresca el oficio, y muchos saben, o ya acusan, que del molino nunca
se traía todo lo que se llevaba. Y se daba por bueno, porque el molinero, con
sus prebendas, no podía perder.
Gasta la molinera lindos
pendientes, de la harina que roba a sus clientes, dice el cantar, y no le
faltará razón, pero aquí obviaremos esas restas y sencillamente rendiremos
pleitesía a quien puso pan en la boca del hambriento.
Una
matanza y un molino daban forma a la vida comestible de estas tierras.
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