La
bandera tricolor de Francia volvió a ondear por unas horas en el Ayuntamiento
de Puerto de Béjar y algún deje francés se pudo escuchar de boca de invasores,
eso sí, invasores “turistas” llegados de más allá de los Pirineros que se
sorprendieron de que tan lejos de la patria un pequeño pueblo salmantino se
vista a la moda francesa de principios del siglo XIX y rememore un hecho
menudo dentro de la gran historia pero
muy importante para los vecinos del Puerto.
El
robo de la lámpara de la iglesia se produjo el 21 de mayo de 1812 durante la
Guerra de la Independencia, en la que el ejército napoleónico pasó por estas
tierras a fuego y mosquete. Puerto de Béjar sufrió en carne propia las
atrocidades de aquella guerra, siendo quemado en su mayor parte por las tropas
invasoras.
Tan
arraigado quedó el hecho en los supervivientes de la tragedia que año tras año
se recordó la barbarie, cayendo en el olvido décadas después tan macabra
celebración, seguramente porque la vida se abre camino y cada generación tiene
su propia “quema y robo”.
En
2012 el grupo de voluntariado de la localidad retomó este recuerdo a la
historia propia, recreando en el escenario del pueblo entero aquellos días. El
pasado sábado 16 de agosto, por tercer año consecutivo, los franceses volvieron
a exigir sus tributos y ante la imposibilidad de los vecinos de recaudar más
dinero Puerto de Béjar volvió a arder (en metáfora humeante, por supuesto).
Finalmente, y como represalia, el ejército invasor se saldó la deuda tomando la
lámpara de plata de la iglesia ante la mirada abatida del alcalde regidor de la
localidad.
La
Plaza del Ayuntamiento volvió a llenarse para contemplar la representación,
cientos de vecinos y visitantes, que vieron pasar los trajes decimonónicos y
las banderas francesas, un arcano “de terror” que ha quedado enclavado en la
memoria colectiva de nuestros pueblos.
Fotografías
: Jesús Blázquez García, María
José Méndez Muñoz, Mª
Angeles Garrido, José Ángel Bogallo Sánchez
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