![]() |
One Magazine |
En octubre de 1809 ya no había invasores napoleónicos
en Galicia. Los gallegos, militares y milicias habían conseguido expulsar a las
tropas de los generales franceses Jean de Dieu Soult y Michel Ney, aquellos
cuyos apellidos pasaron desde entonces a utilizarse como nombres de muchos
perros y perritos de Galicia, como Sul y Ney; tan buen recuerdo dejaron en esas
tierras. Y la tradición sigue viva: en septiembre de 2010, “La Voz de Galicia”
hacía referencia a un perro llamado Ney como merecedor de que le levantaran una
estatua en La Coruña.
Libre Galicia de los invasores napoleónicos, las
operaciones de la Guerra de la Independencia estaban desarrollándose en las
comarcas de Salamanca, donde el ejército español del general Duque del Parque,
llamado “de la Izquierda” –nombre debido a mirar su posición en un mapa de España
y diferenciarlo de los otros ejércitos desplegados-, y el francés del general
Jean Le Marchand estaban tentándose. Las tropas españolas –unos 10.000 soldados
de infantería, unos 1.000 de caballería y algunos cañones- estaban en la zona
de Ciudad Rodrigo preparándose para combatir a 10.000 franceses de a pie, otros
1.200 a caballo y 14 cañones, que estaban en Salamanca.
El general del Parque ordenó a sus tropas avanzar y se
situó cerca del pueblo de Tamames, a 54 km al sureste de Salamanca. Dividió a sus
tropas en dos partes, a un lado y al otro del pueblo y, dentro de él, puso otra
fracción. Tenía a la espalda la Sierra de Tamames que, en caso de tener que retirarse, le
permitiría ir adquiriendo la posición de dominio por las alturas.
El general francés se presentó a dar la batalla
atacando desde el llano con tres columnas, dos rodeando Tamames, contra la
parte izquierda española -la más fuerte- y una contra la parte derecha española
–la más débil-.
Éste era el modo casi fijo de las batallas
napoleónicas: atacar muy intensamente a una parte reducida de todo el amplio
frente del enemigo hasta lograr deshacerlo y después atacar al resto. Mientras,
con su artillería y caballería pretendía silenciar la artillería española. Esto
ocurrió pronto y los españoles perdieron siete de sus cañones, que fue preciso
recuperar con contraataques de caballería.

El coste humano de esta batalla fue importante: el
ejército español sufrió unas 600 bajas, entre muertos y heridos, y el francés,
el doble, unos 1.200. Como premio, se creó la Medalla de Tamames, para
condecorar a quienes habían logrado esta victoria.
SÍGUENOS
EN FACEBOOK
No hay comentarios:
Publicar un comentario