ENTRESIERRASrd | La cencerrada despertó a los vecinos de la
localidad pucherera en una tradición que se remonta a la época de la posguerra
En 1948 don Juan Hernández Alonso,
entonces párroco de la iglesia de Tamames, instauró en el municipio pucherero
una curiosa y peculiar tradición, la festividad de la Infancia Misionera o
Santa Infancia, un movimiento cristiano nacido en 1843 y que movía a los más
pequeños a convertirse en ‘misioneros’, a compartir la fe y sus medios
materiales con otros niños del mundo.
Fotografías : Merche Caballero |
El párroco de Tamames tuvo la idea de
instaurar la Infancia Misionera pero con sus peculiaridades. La última semana de
enero, durante la cual se celebra esta poco conocida fiesta litúrgica católica,
don Juan se dedicaba junto a sus monaguillos a marchar de casa en casa con una
campana para llamar a los niños y que acudieran a misa, donde niños y niñas
eran ‘recontados’ en una competición de asistencia, recibiendo un premio el
grupo que más integrantes había logrado reunir. Era una forma divertida y
sencilla de ‘empujar’ a los niños a asistir a misa.
Desde entonces la idea, seguramente en su
versión más folklórica, fue calando año a año en las generaciones del pueblo
que fueron manteniendo, de mejor o menor manera, esta tradición de la llamada
de campana a la Santa Infancia. Eso sí, aquella pequeña esquila pasó a
convertirse en cencerro y la cencerrada fue adoptada también como una fiesta
más para los mayores.
Desde entonces, como decimos, cada 25 de
enero, festividad de la Infancia Misionera o Santa Infancia, o en sus días
aledaños pequeños y mayores de Tamames salen al amanecer, en noche cerrada,
para celebrar esta folklórica cencerrada. El pasado viernes fueron los niños
los que despertaron a los vecinos a golpe de badajo y metal mientras que ayer
sábado fueron los adultos los que, muchos de ellos recordando su infancia,
desfilaron por las calles del municipio en una santa compaña de sonido y
tradición.
Tradición por cierto,
que finaliza con chocolatada, pues bien saben los que saben que enero no es
tiempo para andar a la intemperie del Campo Charro y las Quilamas.
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