jueves, 19 de mayo de 2016

"En aquella vivienda se reflejaba el esplendor de la industria artesanal de Cabezuela de Salvatierra"

ENTRESIERRASrd | Una mirada a la tradición cestera de este pequeño municipio de Entresierras
© Ricardo Pedro García Marín Cabezuela de Salvatierra pedanía de Guijuelo, en los años 50 del pasado siglo XX era Ayuntamiento autónomo, con un censo superior a los doscientos habitantes. Su única fuente de ingresos era la agricultura y la ganadería, careciendo de los servicios públicos y privados necesarios para una vida digna de sus habitantes.
Junto a los trabajos agrícolas y ganaderos de la mayoría de sus vecinos, germinaron artesanos que entre otras cosas, confeccionaban escriños y cestos para uso propio, de su familia y amigos. En ocasiones los utilizaban como trueque con los vendedores ambulantes, a cambio de patatas, frutas y otras mercancías.
En verano seleccionaban el bálago de centeno y en el otoño talaban las zarzas y mimbres, única materia prima empleada en la artesanía de cestos y escriños. Con su industria artesanal, Cabezuela de Salvatierra se conocía en la comarca como la capital de los escriños.
Aquellos artesanos durante el día, a la solana en los rincones de las calles y por la noche, junto al rescoldo de paja de algarrobas, a la luz del farol o candil, pasaban los despiadados inviernos haciendo escriños y cestos.
Eran profusos los prototipos que hacían, desde una panera hasta una nasa con la que se plagiaba las funciones de un frigorífico, conservando la matanza, pasando por los escriños incubadoras de huevos, para criar pollos en las casas.
Menos eran quienes hacían cestos de mimbre de dimensiones grandes, para reportar la paja y dar de comer a los animales, y en situaciones aquellos cestos, se manejaban como artilugios protectores y de seguridad, contra la agresividad de los cerdos reproductores. Con artimaña introducían en el cesto bocabajo al verraco, en actitud no muy grata para el animal, pero apropiada para llevar a efecto la castración con comodidad y seguridad para el castrador y ayudantes.
El desarrollo y las leyes se impusieron, a lo que se unió la emigración. No había tiempo franco para destinarlo a la artesanía y las leyes protegían las zarzas disuadiendo cortarlas, sucumbiendo para siempre aquella artesanía de zarzas y paja, que otorgó notoriedad y fama a Cabezuela de Salvatierra.
Taller de escriños en Palencia
Son muchas las reminiscencias de aquella época que aún quedan, pero el desarrollo también se cobró entre otras, la casa que existía al final de la calle Larga contigua a la casa Bárbara, inmueble de la ”tía Rosalía”. Sus divisiones interiores y techos eran de los mismos materiales que los escriños, de bálago y zarzas.
En aquella vivienda se reflejaba el esplendor de la época, de la industria artesanal de Cabezuela de Salvatierra. Era una obra de gran valor por su trabajo y antigüedad que se perdió para siempre.
A la luz del progreso, como hobby han nacido otras industrias artesanales en Cabezuela de Salvatierra. Reciclando materiales, hay quien hace escriños con numerosas utilidades, mayor colorido y vistosidad; con anillas de latas de bebidas hacen bolsos para señora con vistosidad, calidad y variedad; con maderas nobles, corazón de encina y otros materiales, hay quien hace en exclusiva bonitos bolígrafos y variedad de artículos, y quien confecciona maravillosas obras de arte con sus bordados.
Es un nuevo revivir de la artesanía, que sirve de entretenimiento y distracción de los mayores y despierta interés en los jóvenes, necesario en una localidad como Cabezuela de Salvatierra.
Moraleja.- La artesanía y antigüedad, se ha de proteger para no perder.



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