ENTRESIERRASrd | Una
mirada a la tradición hortofrutícola de Los Santos. "El pueblo le debe
mucho a las fresas"
Las fresas ya colorean las huertas. Aunque en
algunos lugares su recolección se inicia incluso en enero, las temperaturas
frías y lluviosas de la provincia de Salamanca, retrasan la maduración de la
fecha hasta finales de la primavera. Lo dice el saber popular, en aquel
chascarillo que enuncia: "En abril fresas, en mayo mayetas".
La fresa es símbolo de abundancia y apuesta de
futuro (es bien conocida la feria agroalimentaria que los vecinos de Linares de
Riofrío dedican a tal manjar). También es símbolo de trabajo y de unión
comarcal. Como en Los Santos, hasta donde mozos y mozas, llegados de diferentes
puntos de la región, acudían antaño a la recolección.
"Empiezan las fresas a dar sus frutos y los
recolectores a madrugar". Como si de una romería se tratara, la solemne
Romería de la Fresa, carros tirados por vacas, por burros, todos animados a
vara y silbido. Todos destino a la Santísima Fresa. "Al fresón",
comenta la voz, "que es como se conoce al fresa santeña".
Los Santos era lugar de acogida para los
recolectores de fresas. Jornadas de sol a sol, puestas al relente de un baile
que se organizaba todas las noches para el disfrute de los mozos. Baile y otras
catas nocturnas que, seguramente, eran las culpables de las caras largas y los
ojos pegados por la mañana. "No así las mozas, ellas todo lo pueden".
Los ancianos cuidaban de los nietos, el pueblo
queda desolado y vacío. Solo niños y ancianos hasta el mediodía cuando regresan
los carros cargados, coloraditos, y el pueblo vuelve a la vida. Eran esas
fresas las que daban dinero al pueblo. Con ellas se arreglaron casas, tuvo
sentido la ganadería. "Los Santos le debe mucho a las fresas".
De aquellas labore quedan recuerdos, la mayoría
en daguerrotipos en blanco y negro que no ponen color al fruto. También dolor
de riñones. Y el olor, ese dulzor que inunda el pueblo, aún suspendido en el
aire de este verano iniciado. Un aroma que era capaz de competir contra el
hedor de la gasolina, la de los tantos y tantos camiones que salían cada tarde
cargados de sagradas fresas camino del progreso.
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