jueves, 23 de junio de 2016

La solemne romería de la fresa

ENTRESIERRASrd | Una mirada a la tradición hortofrutícola de Los Santos. "El pueblo le debe mucho a las fresas"
Las fresas ya colorean las huertas. Aunque en algunos lugares su recolección se inicia incluso en enero, las temperaturas frías y lluviosas de la provincia de Salamanca, retrasan la maduración de la fecha hasta finales de la primavera. Lo dice el saber popular, en aquel chascarillo que enuncia: "En abril fresas, en mayo mayetas".
La fresa es símbolo de abundancia y apuesta de futuro (es bien conocida la feria agroalimentaria que los vecinos de Linares de Riofrío dedican a tal manjar). También es símbolo de trabajo y de unión comarcal. Como en Los Santos, hasta donde mozos y mozas, llegados de diferentes puntos de la región, acudían antaño a la recolección.
"Empiezan las fresas a dar sus frutos y los recolectores a madrugar". Como si de una romería se tratara, la solemne Romería de la Fresa, carros tirados por vacas, por burros, todos animados a vara y silbido. Todos destino a la Santísima Fresa. "Al fresón", comenta la voz, "que es como se conoce al fresa santeña".
Los Santos era lugar de acogida para los recolectores de fresas. Jornadas de sol a sol, puestas al relente de un baile que se organizaba todas las noches para el disfrute de los mozos. Baile y otras catas nocturnas que, seguramente, eran las culpables de las caras largas y los ojos pegados por la mañana. "No así las mozas, ellas todo lo pueden".
Los ancianos cuidaban de los nietos, el pueblo queda desolado y vacío. Solo niños y ancianos hasta el mediodía cuando regresan los carros cargados, coloraditos, y el pueblo vuelve a la vida. Eran esas fresas las que daban dinero al pueblo. Con ellas se arreglaron casas, tuvo sentido la ganadería. "Los Santos le debe mucho a las fresas".
De aquellas labore quedan recuerdos, la mayoría en daguerrotipos en blanco y negro que no ponen color al fruto. También dolor de riñones. Y el olor, ese dulzor que inunda el pueblo, aún suspendido en el aire de este verano iniciado. Un aroma que era capaz de competir contra el hedor de la gasolina, la de los tantos y tantos camiones que salían cada tarde cargados de sagradas fresas camino del progreso.




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