lunes, 19 de septiembre de 2016

"El alboroque y un apretón de manos sellaban el trato"

ENTRESIERRASrd | De la mano de Atanasio Sánchez, director de la revista Pataloso, nos acercamos a una práctica ancestral en nuestra comarca: el alboroque
Cuando yo era niño contemplé muchas veces el alboroque.
En el pueblo había unas personas encargadas de vender los productos de los vecinos: churros o vacas, marranos o jamones, ovejas o corderos, patatas o carros de paja. El comprador acudía a ellos para que lo acompañaran al corral, a la despensa, a la corraliza o a las eras. Juntos fijaban el precio a pagar y el orden en el que visitaban a los vendedores.
Me encantaba presenciar el regateo, siempre en duros, que era la moneda en los tratos de Cereceda en mis tiempos infantiles,  o en reales. Cincuenta duros o mil reales. La peseta era una moneda rara en su vocabulario.
Me maravillaba cómo hacían los cálculos sin papel, sin lápiz y sin calculadora.
La mayoría de las ventas eran "a ojo", o con unas medidas, en ocasiones, que yo desconocía. La paja se medía en banastos y las patatas se vendían por sacos.
El vendedor comenzaba a bajar el precio inicial y el comprador a subir su primera oferta, hasta que alguien, casi siempre el "mediador", amigo del comprador, terciaba "echarlo al medio" y vamos a la taberna a "echar el alboroque". Yo lo pago.
Una jarra de vino, unas rodajas de chorizo de la matanza del tabernero, unos cacahuetes o unas aceitunas, unido todo a un apretón de manos, sellaban los tratos.
El fajo de billetes del comprador  se repartía entre los vendedores, y a mí, que veía toda la " ceremonia " tras el mostrador de la taberna de mis padres, me preguntaba el mediador " ¿ qué se debe ?"
Ese agasajo que hace el comprador o el vendedor a todos los que han intervenido en el trato, el diccionario lo denomina ALBOROQUE.

En la foto : Vendedor ambulante. Lucien Levy.
Fotografía más antigua de Segovia. Año 1888



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