viernes, 23 de septiembre de 2016

El domador del tiempo

ENTRESIERRASrd | Nos acercamos hoy a la figura del 'Tío Antonio Herrero', alma y saber del pueblo de Los Santos
Fiel a su fragua, al golpe de martillo con el que, maña y fuerza mediante, aguzaba los punteros de la cantera. O las rejas del arado.
Porque Antonio Herrero era un manitas y lo mismo valía, como dice el refrán, "para un roto que para un descosido": arreglaba un puchero, una bici, el motor de bombeo para regar la huerta.
"Qué niño del pueblo no recuerdo ir a casa del tío Antonio Herrero a arreglar su bici y salir corriendo a casa a decir a su madre... mamá, mamá está noche voy con tío Antonio Herrero a coger gamusinos , prepárame un saco y un bocadillo por si se nos hace tarde"
A Antonio Herrero, el Herrero, se le daba bien también dar las horas. Durante su vida y hasta que la edad y las fuerzas (que no las ganas) se lo permitieron, fue el encargado del mantenimiento del reloj del Ayuntamiento de Los Santos, un reloj "romano" de armas tomar.
"En alguna ocasión vinieron técnicos de otros sitios a arreglarlo y no fueron capaces"
Se le veía atravesar la Plaza en silencio, con el pequeño destornillador y el martillo camino de poner la hora al pueblo, como toca.
El tío Antonio Herrero fue hombre para todo. Lo decimos. Para asuntos del cielo, de la tierra y del tiempo. Del tiempo en el reloj del Ayuntamiento y del tiempo climatológico. Aun recuerdan con estupor muchos santeños cuando, en jornada de tormenta, ya fuera de día o de noche, el tío Antonio marchaba a lo alto de las Eras con su partida de cohetes bajo el brazo y allí lanzaba sus andanadas contra la tormenta. "Para partir la nube", explicaba. La partición de la nube, decían, quitaba fuerza a la tormenta.
Un hombre hecho a golpe de martillo y yunque, sabedor de esas cosas que se pierden en la memoria de los tiempos, esos que él dominaba tan bien. Un hombre, como todos, con una gran mujer detrás, en el silencio de aquella fragua, la tía Mari, que tantas horas pasó dando pábulo al fuelle para azuzar el carbón.
"Cuantos días no fuimos a esperar el coche de línea , porque él nos lo decía: esta tarde en el coche de línea vienen los monos y tenéis q ir a buscarlos y luego comprar cacahuetes para darle de comer. Era tal su capacidad de convicción que allí nos íbamos todos a esperar a los monos con nuestras bolsas de cacahuetes".
Un hombre bueno. Un gran hombre. Sirvan estas líneas en su homenaje y recuerdo.   




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