viernes, 27 de enero de 2017

Un puchero para dominarlos a todos

ENTRESIERRASrd | La mirada de hoy, o las manos más bien, se acercará a los llares que dieron calor y sabor a las casas de la sierra
© Atanasio Sánchez-BLOG PATALOSO Cuando llegaba el invierno la lumbre traída provecho secular y profano. Además calentar la casa, y no solo a la cocina, tenía siempre un caldero "de cocer a los marranos y a las gallinas" colgado de las llares o un "calderete " con agua hirviendo para fregar y otros menesteres.

Alrededor de la lumbre, a media mañana, podían verse unos pucheros de barro, por estos pueblos, por supuesto, de los puchereros de Tamames, con distintas finalidades. Un puchero donde cocían los garbanzos y el tocino. Un puchero chico con agua, que servía de tapadera al puchero grande, por si era necesario añadir agua al "cocido", pues el agua "a añadir" debía estar muy caliente. Un puchero con el chorizo y la morcilla. Un puchero con las berzas y los huesos del marrano.
Un puchero con las castañas.  "Las castañas cocidas  son un manjar exquisito" en expresión acertada de mi amigo y escritor de temas de Cereceda, Isidro Marcos Martín. Las castañas cocidas eran el postre del mediodía durante el invierno.
La lumbre estaba junto a la pared de la chimenea, y era un semicírculo, que se hacía sobre una " piedra de cantería ", que con el paso de los años hubo que cambiar por una chapa gruesa porque el granito se " desgranó " con el calor.
Hoy, lejos de la lumbre, de la cocina, de la casa del pueblo, lejos del pueblo, claro, no habrá hijo de la tierra que no recuerde con cariño los tiempos de la lumbre, su sonido peculiar y el olor que ascendía de los pucheros…

Atanasio Sánchez
"A mi madre y a todas las mujeres de Cereceda, " dueñas y señoras " de la lumbre, de las tenazas y de su mantenimiento, desde las primeras horas de la mañana hasta la medianoche.

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