martes, 11 de julio de 2017

Aguantando carros y carretas

ENTRESIERRASrd | Una mirada a las tradiciones taurinas casi perdidas: la de las plazas de toros levantadas con carros
Aún sigue practicándose la arquitectura en algunos pueblos de la provincia. Mientras unos decidieron tirar por la calle del medio y alzar su propio coso, mientras otros fueron un paso más allá y decidieron alquilar a precio de fiesta la plaza portátil, aun quedan pueblos en que la pasión taurina se vive entre carros y carretas.

"Uno de mis grandes recuerdos de niñez. Vivir los toros (que nos parecían gigantes cuando a la luz de la madurez tan solo serían vaquillas flacuchas pero bravías) entre las ruedas de los carros. Una visión algo estrábica, entre mozos que patean arena y animales que la "apezuñan", entre radios de madera y pantorillas de carne. Y gritos sobre nuestras cabezas, como si la plaza, hecha de carros, pudiera venirse abajo en cualquier momento".
Pero no lo hacían, claro, porque esas plazas están hechas con el saber ingeniero de la tradición. Días antes del evento, ya se veía a los mozos inquietos, hablándose los unos a los otros a media voz, pensando en que el carro del tío Narcis no está para muchas corridas.
Así empezaban a preparar la plaza. Sacando los carros de los portales, huérfanos de yugos, temerosos también ellos de cornadas, arrastrados con la fuerza de la juventud por las calles de barro apisonado.
El trabajo tenía hasta su cante particular y no pocos rumiaban aquello de los famosos Mozos de Monleón.
Ya en la Plaza, la que era Plaza de año y de Toros unos días, se iban colocando los carros, la pértiga del uno metida debajo del otro, y así hasta enlazar el círculo, cuya cuadratura no llegaba a importar demasiado.
A las 6 hora taurina, a los 6 toros 6, el pueblo se congregaba subido a los carros, cada cual el suyo, si lo había puesto, y apretados todos, que en esta grada la escritura de propiedad no vale lo que un baile. Porque siempre había el truhán que sin tener carro, tenía carretada; o se hacía pasar por forastero.
Y los demás, los niños sobre todo, bajo la grada de madera, aplaudiendo y gritando olés a los mozos que daban sus verónicas y chicuelinas con la cortina roja robada a la tía Cesárea.
Es lo que tienen las fiestas. Que hay que aguantar carros y carretas. Nunca mejor dicho.

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