sábado, 4 de enero de 2014

El monte público y la caza


Esta mañana soleada de invierno del día 22 de diciembre, como otras tantas, he salido de paseo con la bici por la ladera de la cuesta siguiendo el camino que conduce a los antiguos hornos de cal, inmediatamente un par de tiros muy cercanos, ya que he oído silbar los perdigones a mi espalda me han hecho desistir de una jornada de excursión.
Desconozco en profundidad las normas que regulan la caza pero creo que se debe respetar algunos límites cercanos a los caminos y algunas cosas más, pero lo sucedido me hace pensar que los montes públicos, (que no las fincas privadas), son de aquellos que paguen y se reserven el coto para cazar y me pregunto si podríamos la gente que hace senderismo, los seteros, los que montan en bici, los montañeros, etc… reservar unas zonas y restringir el acceso a los cazadores...
Parece que todas estas actividades pueden convivir, excepto con los cazadores que incluso te exigen que te vayas o que te atengas a las consecuencias. Tienen más derecho los cazadores que los senderistas? No es público el monte y sus caminos?
Lamentablemente toda la montaña española es coto privado de caza y un año más las personas que nos gusta el campo nos vemos envueltos en situaciones comprometidas al impedir esta actividad el libre tránsito por montes, cañadas y caminos públicos. Es egoísta exigir que terrenos públicos sean de uso exclusivo para unos cuantos, aunque sea determinados días, que por desgracia coinciden con sábados, domingos y festivos, cuando todos podemos disfrutar de la naturaleza que ellos nos impiden.
Por otra parte, mi respeto por los animales me obliga a expresar la opinión de que debemos considerar a la caza por diversión como una actividad sin sentido y a pelear para que el derecho del que ahora disfrutan los cazadores quede prohibido al igual que todas las expresiones de maltrato animal.
Afortunadamente el número de licencias de caza en España van disminuyendo año tras año, desde 1.500.000 en 1990 a 900.000 en 2010, por consiguiente a medida que pasa el tiempo es menor la cantidad de personas que disfrutan reventando las entrañas de un animal, señal de que vamos ganando en respeto y afán de preservar lo que algunos se empeñan en destruir con sus armas.
Sin embargo entre todas las modalidades de caza se exterminan en España 30 millones de animales, se disparan 250 millones de cartuchos, lo que supone 5.000 toneladas de plomo gran contaminante del que se incorpora a la cadena trófica a través del agua, siendo el responsable indirecto de la muerte de 30.000 aves acuáticas.
También los perros de los cazadores están entre las víctimas de su pasión, desde su selección, y entrenamiento para el acoso, el agarre o el enfrentamiento directo con la presa pasando por el hacinamiento en el transporte, son sometidos a un altísimo grado de sufrimiento y estrés. Otros, como ocurre de forma especial con los galgos, que como es sabido se utilizan toda una serie de atrocidades para librarse de una “herramienta “ ya innecesaria. En España mueren al año entre 50.000 y 100.000 galgos al año víctimas de sus propios criadores.
Por otra parte, ya metidos en el tema, y aunque es posible que debido a la caza falten depredadores naturales de algunas especies, las razones que aducen los cazadores para defender y continuar con su actividad me parecen sin ninguna consistencia y vacías de sentido, entre ellas la caza de subsistencia, un argumento falso que no es posible creer pues ya quedan lejanos los tiempos en que la caza paliaba el hambre real en este país, aunque dada la situación actual es posible que vuelva a ser real.
También el cacareado argumento sobre el control de especies y de que su actividad es necesaria para regular las poblaciones de animales es una falsedad, pero si fuera así es incomprensible como se explica porque cuando en una determinada zona una variedad cinegética escasea ellos mismos se encargan de repoblar, por lo que no veo más que una excusa para sustentar su diversión.
Sobre el término deportivo que se le quiere dar a la caza...no tengo palabras y ya puestos me gustaría hacer una reseña sobre los “vallados cinegéticos” que han proliferado de forma lamentable, poniendo fronteras dentro de los montes sin ningún criterio medioambiental suponiendo una verdadera sentencia de muerte para los animales, sobre todo de caza mayor, cuya extensión para procurarse alimento se ve reducida de forma drástica.
Para mí, esto es lo que percibo sobre este amargo panorama y seguiré esforzándome en dar a conocer esta realidad sangrante, por lo que estoy seguro que las personas sensibles, que son las más, acabarán por no consentir que la diversión de unos cuantos pase por la muerte de otros muchos, divertido privilegio que los cazadores no quieren perder.


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